El desafío es crear un espacio donde se visibilicen las diversas formas de caracterizar la masculinidad y analizar cómo estas se relacionan con la reproducción de dinámicas que perpetúan la desigualdad o derivan en conductas machistas. Según estadísticas de 2021, el 93% de la población en cárceles federales de nuestro país es masculina. Además, los hombres presentan una mayor propensión al suicidio y al consumo problemático, situaciones que, en muchos casos, resultan de la presión por no cumplir con los mandatos sociales impuestos sobre la masculinidad.
La masculinidad se construye socialmente desde la perspectiva de género. Con el avance de los feminismos, las mujeres han podido generar más espacios de debate y análisis de sus realidades. A los varones aún nos queda esa tarea pendiente, ya que existen pocos espacios de revisión de nuestras dinámicas y conductas, advirtió Roberto Grismeyer, psicopedagogo diplomado en Educación Sexual Integral con Perspectiva de Género y Masculinidades, en una entrevista con radioctaratas.com.
Según el profesional, “el machismo es una palabra común en el lenguaje cotidiano, pero es difícil caracterizarlo completamente porque solo suele asociarse con la figura del macho alfa”. En esta línea, Grismeyer dirige el programa Masculinidades en Red, un espacio que busca construir sociedades más igualitarias, promoviendo la reflexión y formación en encuentros realizados en escuelas, instituciones, ONG’s o empresas donde se dialoga sobre las conductas aprendidas como resultado de una crianza social.
Buscamos localizar las formas que tiene el patriarcado, y ver como se manifiesta a través de figuras cercanas como la familia, los espacios escolares y deportivos. “Sin querer, terminamos fomentan una crianza que inculca conductas como el desafecto, una heterosexuaidad obligada, un rechazo y alejamiento a toda característica que parezca femenina, una evitación de la sensibilidad o el llanto, estar siempre dispuesto a asumir riesgos, ser indiferente al miedo, ser sexualmente activo, tener múltiples mujeres y alcanzar el éxito económico”, explica Grismeyer.
“Si observamos las estadísticas, vemos que el 93% de la población carcelaria federal está compuesta por varones. Además, los suicidios también son más frecuentes en hombres, quienes, a su vez, acuden menos al médico y al psicólogo. Están más propensos al consumo problemático, dentro de una cultura de ‘aguante’ donde creen que deben soportarlo todo, y estas actitudes, muchas veces aprendidas por mandato social, los predisponen al daño”, agrega.
En el campo de la psicopedagogía, la adolescencia es vista como la transición de la niñez a la adultez, un período en el que se mezclan las exigencias de la masculinidad. Durante esta etapa, el niño debe abandonar la figura inocente, dependiente y emocional, para transformarse en un hombre duro y firme, con menor sensibilidad, según los mandatos tradicionales.
Grismeyer trabaja con empresas privadas y oficinas públicas que buscan promover espacios más igualitarios. “Hoy en día hay más mujeres en sectores que antes eran predominantemente masculinos, pero persiste una concepción previa del espacio entre varones, lo que puede generar acoso, desigualdad, deslegitimación y discriminación. Estos son los aspectos que buscamos revertir. Los mandatos de la masculinidad nos han privado de la convivencia en espacios donde la sensibilidad y la vulnerabilidad están deshabilitadas”, concluye.
Foto archivo: Radiocataratas.com